Hoy otra anécdota familiar, esta la protagonizan mi abuelo Nicolas y mi hermano pequeño
En aquel tiempo vivíamos en un pueblecito precioso de la sierra norte de Madrid, en una casita que tenía un “poyato” en la fachada, junto a un hermoso lilo que mi abuelo había plantado y cuidaba con cariño, este acompañado por unos rosales nos regalaba a principios de primavera hermosos ramos y nos perfumaba la casa, ya que estaba junto a la ventana de la sala.
Mi abuelo tenía la costumbre de sentarse allí, a ver pasar el día disfrutando del fresquito y, como decía del aroma de las lilas, mientras cuidaba de mi hermano, que era un niño con año y medio mas o menos, de los mas inquietos que he conocido, no paraba en todo el día siempre tenía algo en sus manitas ya una china, un palito, un agallón o bichillo (pobres zapateros, casi los extingue en la zona), disfrutaba mas con esas cosas que con sus juguetes.
Bien pues una mañana en que estaban los dos en sus “tareas” mi hermano se cayó, estaba como a unos 3-4 metros de distancia del abuelo, y empezó a llorar, entonces mi abuelo le dice:
- No llores chatin, que no ha sido nada, anda ven aquí que te levanto
Yo asombrada veo como mi hermano, deja de llorar, se levanta, va hasta los pies del abuelo y allí se echa al suelo y vuelve a empezar a llorar. Entonces mi abuelo lo coge en brazos le limpia, le besa… y el niño se calla y abrazado a su cuello le da un beso.
Hay momentos en la vida que nunca se pueden olvidar y esta es una de las escenas que siempre recordaré con cariño.
Espero que os guste esta pequeña historia familiar
Un Besin
Ana, los recuerdos de la niñez siempre son entrañables de recordar, claro que tu abuelo le daría pena del porrazo que se dió tu hermano y lo querría "achuchar" con el mayor de los cariños, con el cariño de abuelo. Los mayores tienen eso, esa ternura inexplicable que les nace del corazón y les llena el alma. Muy bonita reflexión. Un saludo
ResponderEliminarMaría Jesús